viernes, septiembre 28, 2007

Pausas

Los largos y rápidos pasos resonaban entre el bullicio de la mañana. Miró el reloj. Se le encogió el estómago. Aceleró el paso. Su fuertes pisadas le delataban. Sus brazos se movían queriendo arrebatar al reloj el paso de sus manecillas. Levantó la manga de la chaqueta. Apenas un vistazo a la esfera de aquel enemigo que minuto a minuto le arrebataba la vida. Tarde. Era tarde. Entre sus manos, envuelto en piel, se balanceaba todo el día. Su respiración se agitaba. Aceleró nuevamente el paso. Notaba el frescor de la mañana sobre su rostro. Estelas de colores se cruzaban con él. Personas que apenas dejaban tras de sí un aroma. Matices que pugnaban con el gris otoñal que abría la jornada. Silencio. Una gota de lluvia le recorrió la mejilla. Se detuvo... Y uno de sus rizos cayó sobre su frente juguetón...


lunes, septiembre 17, 2007

Detalles

Tengo la sensación de que las pequeñas cosas mantienen el equilibrio del mundo...



miércoles, septiembre 12, 2007

¿Cómo...?

Los rizos dorados de su pelo siempre le habían dado un aspecto aniñado; aún cuando la madurez había trazado sus propios surcos en el inexpresivo rostro. Permanecía erguido en el confortable asiento, ese que acompaña al éxito, al poder, y, demasiado a menudo, a la soledad, al silencio.

El caro tejido de su traje no podía esconder las arrugas del agitado día que llegaba al tan ansiado fin. Inmóvil. Frío, dueño de sus impulsos, solamente sus ojos dejaban entrever el ajetreado trabajo de su mente. En su cabeza confluían caminos, amaneceres, colores, sabores, músicas de otros tiempos, y de ahora. Las palabras se apelmazaban, tratando de ser las elegidas, de ser aquellas que su boca pronunciara. Sus manos frías y sudorosas se mantenían firmes. No escuchaban el, cada vez más intenso bombeo de un acelerado corazón, que dictaba su agitación.

Trató de poner orden en aquel inmenso caos en el que su mente se había convertido. Bien está lo que bien acaba. No dudó ni un instante. Solo faltaba dar forma a una historia bien hecha. A un final. A un principio. Por primera vez en su vida sintió la necesidad de ser entendido, pero también comprendido. Porque la dificultad no residía en hacerse entender. Debían comprender. Era absolutamente imprescindible que comprendieran...



Giró su butaca sobre sí misma. Se levanto firme. Se despojó de la oscura americana que escondía aquel atuendo blanco inmaculado, salpicado del alegre colorido encorsetado de su cuello. Se sentó y, como si un extraño ser tratara, su mano empezó a esbozar las letras. Envueltas en aquel caro perfume. Escrita con la extravagante y costosa pluma. Hilando imágenes y palabras. Mensaje perfilado con diferentes trazada de líneas continuas, punteadas, gruesas, desdibujadas. Vocablos en varias lenguas. Con distintos acentos. Jergas, cultismos...




esto para separar... como si de una nueva Rosetta se tratara...





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