miércoles, noviembre 08, 2006

PuZzLe CoN ArOmA De CaNeLa

Sentada sobre sus rodillas, en el fondo del cuarto, con la claridad tibia del atardecer que entraba por la ventana sopesaba su próximo movimiento. Sus ojos recorrían el tablero en busca del lugar exacto para la próxima pieza. Sus pequeños dedos jugueteaban con ella, la giraba, bordeaba su perfil con la yema de los dedos, acariciándola, mientras su mirada perdida husmeaba por el secreto que guardaba el dibujo incompleto.

Él, sentado en un butacón la miraba en silencio. Paseaba su mirada por la silueta que al trasluz dejaba entrever la tenue iluminación que los envolvía. Sus ojos acariciaban dulcemente sus mejillas, jugueteaba con sus pestañas, intentaba atrapar el movimiento de sus pupilas. Respiró profundamente y dejó caer el libro sobre su regazo. Se abandonó a ella. A su mente llegó la primera vez que la vio, sus oídos recuperaron el silencio que la custodiaba aquella tarde de primavera, cuando, frente a él, ella sonrió por primera vez dejando vislumbrar ligeramente sus blancos dientes bajo unos labios suaves, infantiles, serenos, verdaderos. Esa verdad que siempre la cortejaba y enfrentaba a la vida sin temor. Su frágil aspecto guardaba una fortaleza que nunca habría imaginado. Sonrió y el suave perfume cítrico de su piel lo apresó, dejándolo apenas con un halo de conciencia perdido en el vacío del tiempo... Casi tan perdido como cuando el destino, el azar, el presente ó el futuro le había hecho tropezar con aquel alma de rojo y azul que con sus suaves palabras le describía la dureza de la vida, con una sensibilidad inusitada para su edad. No se preguntó la razón por la que ella había llegado, ni por qué se había quedado: eso ya no importaba. Ella estaba aquí y con eso bastaba.

Un rizo cayó sobre su rostro y la despertó, la sacó de golpe de la malograda búsqueda. Había perdido la noción del tiempo, la oscuridad le impedía seguir viendo con claridad. Y sintió la tierna caricia de su mirada. Y se quedó inmóvil, disfrutando del pensamiento de él. Sintió cómo la abrazaba con suavidad, con fuerza, con ternura, con deseo y mil cosquillas corrieron por su espalda, por su cintura. El corazón se desbocó y mil mariposas bailaron un vals... ese que los coreaba en la pequeña estancia. Se levantó y seguida por una leve risa caminó hacia él. Lo miró a los ojos, esos ojos que amaba, que miraban al mundo con confianza, con alegría, confianza. Esos ojos que la llenaban de ilusión. Tomo delicadamente sus manos. Se sentó en su regazo, apoyando su cabeza sobre su pecho cerró sus párpados.... Sus brazos la rodearon....

Como pequeñas piezas individuales de un enorme puzzle ensamblamos cada minuto en el
decorado de nuestra vida. Uno va encajando aquí y allá, ordenadamente, huecos cóncavos y convexos, decretando el lugar de cada fragmento, admirando a cada momento el resultado con satisfacción.... El color de la pieza, la luz, la textura...




Hasta que, inesperadamente, un amanecer nos traslada un instante de desorden. Y el caos se adueña de aromas y sabores.... y todo se transforma en un sin-sentido. La lógica desaparece y es entonces cuando aparece la experiencia. Y descubres que ese acoplamiento establecido carece de razón porque, en el devenir de los acontecimientos, participa el azar, el destino quizá. Y su presencia enreda tu pelo. Y te llena el vacío de un ascensor de risa. Y el silencio con música de violín. Y el estómago de mariposas. Y tu letra de colores. Y tu aire con aromas a canela y limón....


Solo entonces comprendes que tú también eres una pieza que encajar en el proyecto.....
una pieza que une tu paisaje y el mío; el mío y el tuyo....

la canela y el azahar

Nota: post reeditado

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