jueves, febrero 03, 2011

Guiños

El frío matutino acariciaba su piel mientras caminaba con aire indiferente. Seguro ya de haber perdido aquel lastre fortuito que le había encadenado en la niebla, su gesto, fiel espejo de lo que guardaba en su interior, había recobrado el sosiego. Cuando apareció ante sus ojos, sigilosamente.

Impersonal, sin ambiciones. Inesperado. Sin prisa. Sorprendente. Reflexivo. Sereno.

Sintió que lo buscaba. Deseó su silencio. Se sintió tentado. Le conmovió. Le embriagó. Le añoró.

Le tentó. Fabricó trocitos de tiempo. Escuchó su voz. Atesoró el roce en sus labios. Acarició tocando el cielo. Se colgó de sus sueños con alfileres de mil colores.

Ansió mirar, anheló tocar, pero el cristal, impenetrable, deslumbraba.

Hasta que lo vio, entre líneas, temeroso de su descubrimiento y de ser descubierto.

Sus ojos, cautivaron. Su miedo, desconcertó.

Días mudos acompañaron sus olores, sus colores, sus sabores. Se quedó de pié ante aquel escaparate tentador, quieto, tocando con la punta de los dedos el cristal, junto a su maleta de los sueños.

1 Comments:

Blogger Unknown ...

De niño me quedaba pegado al escaparate de una pastelería que había, o quizás siga habiendo, en la calle Toledo. Cuando mi madre me llevada al médico, a un ambulatorio que llamaban "Pontones", a la vuelta siempre me compraba un "suizo", aunque yo preferia otros pasteles, ella me decia que ese me sentaría mucho mejor -en realidad, y ahora lo se, mi madre no podia comprarme ni siquiera un "suizo"-

7/2/11 13:03  

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