Por la ventana
La suave luz del atardecer iluminaba la estancia. Tuvo la sensación que habían estado allí sentados desde siempre. La vieja y pequeña mesa camilla debajo de la ventana. Las faldillas bajo el paño tejido a mano. Uno sentado frente al otro. La conversación fluía pausadamente, solo entrecortada por los chasquidos de la leña que, al arder, templaba la habitación.
Lo miraba hablar. Sus sienes cada vez más visibles lo delataban entre el gris y el blanco. Su mirada, como de costumbre tranquila, y a la vez tranquilizadora. Sus ojos más claros que antes. Sus relatos siempre enriquecedores. Sorprendentes. Una mezcla de rocío temprano y calidez.
Lo miraba hablar. Sus sienes cada vez más visibles lo delataban entre el gris y el blanco. Su mirada, como de costumbre tranquila, y a la vez tranquilizadora. Sus ojos más claros que antes. Sus relatos siempre enriquecedores. Sorprendentes. Una mezcla de rocío temprano y calidez.
No, no habían estado allí sentado desde siempre. Él ya no era un niño, ni aquel que frente a él se sentaba un hombre de mediana edad; los papeles comenzaban a intercambiarse. Lo escuchaba hablar. Miró por la ventana y vio los almendros en flor...

3 Comments:
Es precioso, Celia, transmite tranquilidad. El fluir natural de la vida, la aceptación en paz de los cambios y de los años.
Un beso.
Soledad.
Uffff, me han llegado tus relatos...me han recordado a tiempos de antaño...los papeles, conforme pasan los años...se intercambian, eso es obvio...buen post niña, gran post.
Que pases un buen puente!
Que buen paisaje, ver desde la ventana almendros en flor...Me encantan las mesas camillas, las historias que se tejen en ella, y por debajo de ellas...
Bss Celia
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